Después de Alemania, España dio un giro de 180 grados y se vio envuelta en el conflicto de Ucrania. Al anunciar al Congreso de los Diputados que Madrid enviaría «Equipo militar ofensivo» – 1.370 lanzagranadas, 700.000 cartuchos y ametralladoras ligeras – al «Resistencia Ucraniana»El jefe de Gobierno, Pedro Sánchez, ha cambiado de línea, que hasta ahora consistía en limitar a 450 millones de euros su aportación al presupuesto europeo para armar Ucrania.
Oposición frontal de Podemos
Hasta el martes 1 de marzo, el portavoz del Ejecutivo se limitaba a repetir que España solo participaría en el fondo europeo. Pero viendo que varios países europeos vecinos también se estaban lanzando al envío directo de armas y que el debate crecía en el país, el gobierno revisó su posición.
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«No veo otra razón que la presencia de Podemos en el seno del oficialismo para explicar los titubeos de Pedro Sánchez», asegura Pablo Simón, analista y catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad Carlos III. Desde enero de 2020, el presidente del Gobierno socialista gobierna con el partido de izquierda radical Podemos. Pero el PSOE (Partido Socialista Obrero Español) ocupa no sólo la presidencia del Gobierno, sino también los ministerios de Peso, Asuntos Exteriores y Defensa.
Los socialistas han tenido que lidiar en los últimos días con la oposición frontal de Podemos sobre el envío de armas. “Las variables de las políticas interior e internacional españolas chocan, en ese sentido creo que se equivocó Pedro Sánchez al vacilar y dejar que se desarrollara este debate. Los asuntos internos no pueden paralizar estas decisiones internacionales”, concluye Pablo Simón.
Tradición pacifista muy fuerte en España
A estas disensiones políticas internas se suma una tradición pacifista muy fuerte en España, debida a “Nuestro pasado, una guerra civil y una dictaduraexplica Pablo Simón. Si el país participa en operaciones humanitarias, la guerra en general está mal vista en España. « Las manifestaciones que gritaban “no a la guerra” durante la segunda guerra de Irak en 2003 aún resuenan. La opinión pública española se había opuesto mayoritariamente a la decisión del presidente del Gobierno conservador, José María Aznar, de enviar tropas y alinearse con las posiciones bélicas del presidente estadounidense George W. Bush y del británico Tony Blair.
Poco antes de la invasión rusa de Ucrania, el think-thanks Institut Real Elcano publicó un barómetro esclarecedor: el 52% de los españoles rechazaría la participación de España en un conflicto si interviniera la OTAN. En el caso de Ucrania, las diferencias se amplían según las opiniones políticas: el 60% de los votantes de izquierda se opondrían a una intervención de la Alianza Atlántica a favor de Ucrania.
En 1982, unirse a la Organización del Atlántico no estuvo exento de dolor. El debate durará años porque, en 1986, el gobierno socialista de Felipe González organizó un referéndum consultivo -con la promesa de no integrar la estructura militar de la OTAN (1)-, que permitió ratificar la entrada de España en la OTAN (52,5% sí, contra 39,8% no).
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