Cuando Pedro Sánchez anunció que convocaría elecciones generales para el próximo 23 de julio, antes del final natural de la legislatura, toda la España política entendió que el presidente del Gobierno optaba por poner fin a un ciclo político que había comenzado con la moción de censura a Mariano Rajoy en 2018, antes que dejarse devorar por sus contrincantes. Un movimiento inimaginable unas horas antes, cuando las elecciones autonómicas y municipales españolas decretaron la superación del PP al PSOE, entregando el gobierno de seis Comunidad y principales ciudades de la PAGpaís. Un gesto aparentemente temerario, pero el único capaz de sacudir la indolencia del electorado progresista que se quedó en parte en casa el pasado domingo y de apelar al sentido de la responsabilidad de los socios de Gobierno en conflicto para ganarse un lugar al sol. Con el objetivo de frenar el avance de la ola reaccionaria que también parece haber llegado a España, es decir, impedir que los populares más la extrema derecha sumen una mayoría absoluta para gobernar. Entonces Sánchez hace todo lo posible, sabiendo que no tiene nada que perder pero sí mucho que ganar.
Las elecciones municipales del 28 de mayo marcan el final de varios ciclos políticos en España. El primero, que se inició con la llegada de Sánchez a la Moncloa y la siguiente legislatura bajo el lema de la novedad representada por un Gobierno de coalición progresista. La segunda, desde finales de ciudad de intercambio, de ese fenómeno que aterrizó en las elecciones locales de 2015 que cambiaron el color de los gobiernos municipales y regionales, prefigurando la llegada triunfal de Podemos al Parlamento Nacional: hoy, las izquierdas no socialistas, protagonistas de esta historia, salen más bien heridas del enfrentamiento electoral. Finalmente, el cierre del ciclo independentista se inició con la proceso y alcanzó su punto máximo en el otoño de 2017 (https://volerelaluna.it/talpe/2019/11/20/gli-indipendentisti-catalani-alla-sbarra-un-processo-dallesito-annunciato/). En Cataluña parte del electorado separatista no acudió a votar, los partidos separatistas perdieron apoyo en casi todas partes. Y donde han ganado, como es el caso del Barcelona, es esencialmente una reedición del viejo Convergencia.
La experiencia española es la prueba de fuego de una corriente que atraviesa ya gran parte del mundo, según la cual una oleada fuertemente reaccionaria invade las instituciones democráticas de los distintos países, pasando paulatinamente de América a la conquista de Europa.
En los últimos años, el gobierno español ha puesto en marcha un programa de derechos sociales y ciudadanía, el más feminista y progresista de Europa. Sin embargo, el 28 de mayo, los partidos que la integran perdieron las elecciones y corren el riesgo de perder las elecciones políticas. Neto de los errores que ciertamente se han cometido, en la imagen y en el contenido, subsiste una resistencia al cambio de las élites que en España, como en otros lugares, es fuerte y consolidada, especialmente en los medios de comunicación y en los responsables de la judicatura. . Y queda la capacidad del político para transmitir o no el mensaje, es decir, la capacidad de saber comunicar e involucrar al electorado en las elecciones que se hacen. Una operación que la extrema derecha acierta muy bien.
El artículo está tomado del sitio web del Centro para la Reforma del Estado (CRS)
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