La derecha española, que estuvo en el poder durante el fallido intento de secesión de Cataluña en 2017, intenta recuperar terreno en la región, una importante cantera de votos, utilizando un tono más conciliador. Pero un regreso al poder del Partido Popular (PP, conservador), que lidera las encuestas antes de las elecciones anticipadas del 23 de julio, corre el riesgo de reavivar las tensiones separatistas, especialmente si el partido necesita el apoyo de la extrema derecha Vox para gobernar.
La región del noreste, una de las más ricas de España, junto con la capital Barcelona, destina 48 de los 350 escaños del parlamento del país. En la asamblea saliente, el PP, que en el pasado ha tenido una línea dura contra el empuje separatista en Cataluña, tenía solo dos de esos 48 escaños y ahora le gustaría crecer. El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, visitó varias veces la región antes de la votación y se comprometió a ser el presidente del Gobierno de «todos los catalanes». En una entrevista publicada el 2 de julio por el diario El Mundo, prometió que si llegaba a presidente del Gobierno les diría a los separatistas aún en el poder en Cataluña que estaba «disponible para hablar».
El tono contrasta con el del ex presidente del Gobierno del PP Mariano Rajoy, que estaba en el poder cuando el Gobierno catalán celebró su referéndum independentista, prohibido por Madrid, y luego hizo una efímera declaración de independencia. Rajoy respondió aboliendo la autonomía catalana, mientras que los líderes separatistas huían al extranjero o eran detenidos y posteriormente condenados a largas penas de prisión. Fue una de las peores crisis políticas de España desde que el país volvió a la democracia tras la muerte del dictador Francisco Franco en 1975.
Un baluarte contra la derecha
El líder socialista Pedro Sánchez, que llegó al poder menos de un año después, repitió durante su campaña electoral que había «calmado el conflicto» tomando «decisiones arriesgadas». En 2021, su gobierno indultó a los separatistas catalanes encarcelados, una concesión que la derecha considera inaceptable y se ve a sí misma como defensora de la unidad española.
«Feijóo ha aprendido la lección de Rajoy e intentará calmar las cosas», dice Ana Sofía Cardenal, catedrática de Política en la Universitat Oberta de Catalunya, aunque esto no cambiará significativamente la política del PP sobre el separatismo catalán, añade. De hecho, Feijóo se ha comprometido a aprobar una ley que castigue la organización de un referéndum independentista y restablezca el delito de sedición, utilizado para condenar a los líderes catalanes. El Gobierno de Sánchez lo había quitado del código penal como una rama de olivo a los catalanes tras el discutido referéndum.
Vox adopta una línea aún más dura: ha pedido la prohibición de los partidos separatistas catalanes y la consolidación del poder central en Madrid. Fundada en 2013 por expolíticos del PP, la popularidad de Vox también ha crecido gracias a su férrea oposición al fallido intento separatista catalán. En el parlamento saliente, fue el tercero en número de escaños.
“Ante esta ola reaccionaria, Cataluña será el baluarte en la defensa de los derechos y las libertades”, dijo la semana pasada Pere Aragonès, el líder separatista moderado del gobierno regional catalán, instando a los catalanes a “movilizarse” contra la derecha.
Según una encuesta reciente, el 42% de los catalanes está a favor de la independencia, mientras que el 52% está en contra.
Si un gobierno del PP, por ejemplo, limitara el uso de la lengua catalana en las escuelas de la región, «podría revitalizar el movimiento independentista», dijo Ernesto Pascual, catedrático de Ciencias Políticas de la Universitat Autònoma de Cataluña.
«Podríamos volver a una situación como la de hace unos años», añadió.
(Traducción de Stefania Mascetti)
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