Clases escolares compuestas por no más de diez italianos (de una veintena), luego niños y niñas de África, Albania, Moldavia, Rumania, Argentina y Marruecos. Así, espacios y tiempos donde la integración se vive a diario. Son las que cuentan Giovanni y Flavia, hermanos de 11 y 9 años.
Viven en Desenzano en el lago de Garda con sus padres pero pasan el verano con sus abuelos en Puglia, exactamente en Andria donde, entre otros lugares, nacieron. Además de jugar con primos y amigos, suelen pasar tiempo asistiendo a oratoria, leyendo libros y escribiendo temas. Precisamente en uno de ellos, cedido por la abuela, la pista es fundamental para contar la diversidad.
Así, los dos pequeños pensaron en describir su día a día en la escuela, un lugar donde viven la diversidad como una banalidad. El resultado de la edición llegó a la redacción gracias a la recomendación de un familiar.
“A pesar de nuestros diferentes orígenes, nos amamos y nos sentimos hermanos”, dice Giovanni en su tema, que agrega que está muy unido a Angelo, su contemporáneo de Moldavia, y Matteo, un rumano. «Dondequiera que vayamos, nunca nos sentimos solos», dice.
De extrema profundidad y humanidad, Flavia, por su parte, dice sentirse feliz de estar con extraños en la clase porque todos son portadores de una cultura diferente. Ella escribe sobre Sargun, una niña india, quien le cuenta sobre los bailes, la comida, las fiestas y el idioma de su país. Y Delfina, que viene de Argentina, y cuyas letras le encanta escuchar en español.
«¿Crees que cuando alguien celebra su cumpleaños, cantamos la canción de los deseos en todos los idiomas: italiano, indio, español, rumano», escribe Flavia, quien agrega: «Ves, es la riqueza de tener amigos de diferentes culturas , siempre puedes aprender de todos sin importar dónde estés porque si todos fuéramos iguales sería un mundo aburrido espero encontrar muchos nuevos amigos tanto en la escuela como en Puglia – concluye la pequeña – y compartir muchos nuevos experiencias con ellos».
Las palabras de los dos pequeños nos hacen reflexionar en un contexto y en un momento en que la diversidad es considerada no como riqueza sino como pretexto para excluir a quienes hacen coloridas nuestras comunidades (y no para la piel, claro). Una respuesta concreta no sólo a la propaganda en vídeo que circula estos días en las redes sociales, realizada para discriminar a los extranjeros, sino también a aquellas campañas electorales que, para inducir a una determinada elección política, fomentan divisiones. Más allá de este aspecto, la integración también significa enriquecer desde el punto de vista demográfico a nuestros países, vaciados, como lo demuestran los datos, por una baja natalidad.
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