Kaïs Saïed en Zine El-Abidine Ben Ali? Incluso con las diferencias comerciales, abundan las similitudes entre los dos líderes tunecinos. Este último depuso el 7 de noviembre de 1987, con lo que definió como un «golpe médico», al padre de la patria Habib Bourguiba, asesinado por problemas de salud poco claros. A su vez, el líder del Grupo Constitucional Democrático, entonces miembro de la Internacional Socialista, fue derrocado el 14 de enero de 2011, tras casi veinticuatro años de gobierno, desbordado por la “primavera de los jazmines”, que estalló contra su autoritarismo. y la gravísima crisis económica que había azotado al país. Después de varias presidencias interino vino la de Saïed, que ahora corre el riesgo de correr la misma suerte.
Por supuesto, su llegada al frente de la nación fue diferente. El actual Jefe de Estado fue elegido democráticamente el 23 de octubre de 2019. Pero luego implementó un peligroso giro autoritario. En 2021, despidió a miembros del gabinete, congelando las actividades parlamentarias (ver aquí), y adoptó una nueva Constitución en 2022 (ver aquí ) quien le dio nuevos poderes. En definitiva, Túnez ha entrado de frente en una nueva fase dictatorial -así debe llamarse porque los principales opositores están en prisión- que, como en el pasado, coincide con una dramática crisis económica (ver aquí) que podría abrumarlo, como fue el caso de Ben Ali. Por eso el autócrata se dirige al mundo que importa, desde una posición complicada, sin embargo, que no ha impedido, sin embargo, que el primer ministro italiano se haya reunido con él en los últimos días.
Si España y Alemania adoptan la cautela ante un régimen impresentable -y Francia ciertamente no puede ignorar a la antigua colonia de la que es el primer socio comercial-, Giorgia Meloni, que comparte con Saïed la preocupación paradójica por el «reemplazo étnico», el primero preocupado por la llegada de inmigrantes islamistas y el segundo por los subsaharianosbusca obtener un papel de interlocutor con Europa y el Fondo Monetario Internacional para la ayuda económica, a cambio de una esfuerzo de las autoridades tunecinas para contener la llegada de migrantesa menudo detenidos por medios que no son en absoluto compatibles con el respeto de los derechos humanos.
Y es precisamente sobre esta cuestión, y más en general sobre la preocupante deriva autoritaria que se está produciendo en el país, que el inquilino del Palazzo Chigi ha adoptado la politica del silencio. Están solos hazloimplementada por un silencio resaltado plásticamente en una foto bien descrita por Frida Dahmani, periodista de la prestigiosa revista «Jeune Afrique», extraída del «Quotidien Fatto»: «La imagen es engañosa, parece sacada de una conferencia de prensa cuando había no hay ningún periodista presente». En esta capacidad el made in Italy outsider no se habrá avergonzadoétant donné qu’elle a en fait annulé la rencontre avec des journalistes chez elle qui, par exemple, auraient pu l’interroger sur les manifestations qui, précisément à cette époque, étaient organisées par les associations des familles des migrants dont, partis pour l ‘Italie , il n’y a pas eu de nouvelles depuis un certain temps – ni des mauvais traitements qui leur sont infligés, pas trop différents du harcèlement qu’ils subissent de la part des forces de l’ordre dans le pays d’Afrique del Norte.
Pero estos temas son olvidados a sabiendas por Occidente, y el líder italiano no es una excepción a esta regla. Su ambición es convertirse en un instrumento destinado a liberar la ayuda europea, que asciende a unos quinientos millones de euros, y la -freno- del Fondo Monetario Internacional de dos mil millones de dólares. Un lazo al cuello, esto último: porque el máximo organismo financiero internacional exige las habituales famosas «reformas estructurales», que significan reducción del gasto estatal, con la consiguiente reducción de personal y un aumento masivo de las personas desesperadas que pueblan el país magrebí.
El próximo domingo está prevista una reunión en Túnez entre Saïed, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, la primera ministra Giorgia Meloni y el primer ministro holandés, Mark Rutte, mientras que la directora del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, estará ausente, como hubiera querido el propio Saïed. Todas las premisas para que haya avances en materia de ayuda económica en Túnez parecen estar dadas. Sin embargo, se debe jurar que no se mencionará a los opositores encarcelados: en primer lugar, Ghannouchi, el líder del partido islamista moderado Ennahda, al frente de la oposición. Después de todo, si Occidente -e Italia en primer lugar- no duda en establecer relaciones económicas y militares con un Egipto responsable de la muerte de nuestro conciudadano Giulio Regeni, y perseguidor de todos los opositores políticos, menos aún si formaliza con un dictador blando como Saïed. La cual, única solución para mantenerse en pie, tendrá que administrar mejor los recursos que llegarán mientras se afloja el puño represivo. De lo contrario, el final de Ben Ali aparece a la vuelta de la esquina.
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