El 15 de mayo de 2011, alrededor de veinte mil españoles, en su mayoría jóvenes y de clase media, ocuparon la Puerta del Sol, una plaza histórica en el corazón de Madrid, furiosos por las medidas de austeridad y los privilegios de políticos y banqueros. Se habían organizado a través de las redes sociales y se hacían llamar indignado (indignado), dando lugar a un movimiento de protesta que pronto sería copiado en otros lugares, en particular Occupy Wall Street, en Estados Unidos, y Occupy London, en el Reino Unido, nacidos el mismo año.
EL indignado Inmediatamente obtuvieron un amplio apoyo popular, sacudiendo a España hasta sus cimientos. En tres años surgió un nuevo partido en la izquierda, Podemos, y en el centroderecha, un partido nacido en Cataluña, Ciudadanos, adquirió importancia nacional. En las elecciones legislativas de 2015, los dos grupos recibieron un 34 por ciento combinado de los votos, rompiendo un sistema político estable que durante mucho tiempo había dependido del Partido Socialista (PSOE) y el Partido Popular (PP). En los seis años transcurridos desde entonces, se han celebrado cuatro elecciones generales, en ninguna de las cuales se obtuvo una mayoría gubernamental.
Después de una década, España es un país diferente en muchos sentidos. el legado de indignado Es obvio, pero está lejos de ser lineal. “El 15 de mayo explotó el rechazo a este sistema”, observa la socióloga Carolina Bescansa, que participó en el movimiento y es una de las fundadoras de Podemos. “Acordamos lo que no queríamos. No queríamos más recortes presupuestarios, no queríamos corrupción y no queríamos que se hiciera política a espaldas de los ciudadanos. »
Renovación parcial
En los dos primeros puntos, el movimiento ha introducido cambios. A diferencia de lo que ocurrió durante la recesión y crisis de 2008-2012, el gobierno español hizo muchos esfuerzos para proteger los ingresos familiares durante el año de la pandemia, en parte gracias a políticas más acomodaticias del Banco Central Europeo y la Comisión Europea.
“La corrupción todavía existe, pero ya no hay impunidad”, afirma Bescansa. En los últimos diez años, muchos políticos y banqueros han acabado en prisión. Los prestamistas tratan mejor a los clientes hipotecarios. EL indignado marcan el preludio de un relevo generacional porque, gracias a la introducción de primarias dentro de los partidos, los nuevos líderes políticos ganan importancia. Con 49 años, Pedro Sánchez, primer ministro socialista en el cargo desde 2018, es el líder de mayor edad del partido.
Sin embargo, en otros aspectos la renovación de la política española ha resultado menos radical. En 2020, Podemos entró en el gobierno como aliado minoritario de los socialistas, la primera coalición en España desde la década de 1930. Pero era un partido que había cambiado desde sus orígenes. Surgió como una formación populista de izquierda, similar en algunos aspectos al Movimiento 5 Estrellas italiano. En 2015, el secretario general Pablo Iglesias esperaba suplantar a los socialistas, tal como lo había hecho Syriza, otro partido de izquierda, en Grecia.
En 2016, Podemos alcanzó su punto máximo al obtener el 21% de los votos. A partir de ese momento comenzó su declive, cuando Iglesias hizo a un lado a otros líderes del partido y emuló al Partido Comunista, con el que se había aliado. Este año, Iglesias dejó la vicepresidencia del Gobierno para presentarse a las elecciones autonómicas de Madrid del 4 de mayo, pero no le fue bien. Tras la derrota, dimitió como secretario del partido y anunció su salida de la política institucional.
La lógica de la polarización
Se han desperdiciado las mejores oportunidades para marcar la diferencia. En 2016, los Socialistas y Ciudadanos, con un total de 130 escaños de 350, anunciaron un programa de reformas políticas y económicas, pero fueron frenados por los demás partidos que no les dejaron gobernar. Las elecciones de 2019 dieron a ambos grupos una mayoría de 180 escaños. Pero Albert Rivera, presidente de Ciudadanos, había empujado a su partido hacia la derecha, con el objetivo de ocupar el lugar del Partido Popular, sin conseguirlo. Y Sánchez no parecía interesado en cortejarla. Ahora los dos “se odiaban”, escribe Ramón González Férriz, autor de un libro que explica por qué fracasó el renacimiento.
“La posibilidad de una reforma ya no está sobre la mesa”, afirma Pablo Simón, profesor de la Universidad Carlos III de Madrid. «Ahora la lógica es la polarización». Esta dinámica se afianzó en 2018 cuando Sánchez, con la ayuda de los nacionalistas catalanes y vascos, así como de Podemos, derrocó al gobierno liderado por el PP con una moción de censura por corrupción. Y se vio fortalecido por el ascenso de otro nuevo partido, Vox, una formación de extrema derecha nacida de un grupo de disidentes del PP, inicialmente en respuesta al separatismo catalán.
La lógica de la polarización tocó fondo con la desastrosa campaña para las recientes elecciones anticipadas del 4 de mayo en Madrid, cuando seis políticos, incluido Iglesias, recibieron amenazas de muerte por correo acompañadas de balas. Isabel Díaz Ayuso, presidenta regional del PP, centró su campaña electoral contra Sánchez en lugar de contra sus rivales locales, centrándose en el lema “libertad”: libertad para limitar los impuestos y mantener los bares abiertos a pesar de la pandemia. Este mensaje y la espontaneidad del candidato contaron con el beneplácito de los madrileños, exhaustos por la confinamientomucho más que el fervor de Iglesias que decía luchar contra el “fascismo”.
Díaz Ayuso duplicó los votos del Partido Popular y casi alcanzó la mayoría de escaños. Los socialistas sufrieron una dura derrota y fueron superados por Más Madrid, un partido regional fundado por los disidentes de Podemos derrocados por Iglesias. Vox no logró mucho. Ciudadanos perdió todos sus escaños en la asamblea regional, un resultado que podría resultar fatal.
En cierto modo, el antiguo sistema bipartidista está mostrando cierta resiliencia, a pesar de sus heridas. Un sistema que adolece de “dos partidos disruptivos en extremos opuestos” como Vox y Podemos, advierte González. El abandono de Iglesias y el del presidente de Ciudadanos, Rivera, el año pasado ponen de relieve el fracaso del intento de crear una “nueva política”.
Una década después, los políticos todavía parecen desconectados de los votantes. Pero la ira ciudadana ha sido suplantada por la desilusión, exacerbada por la destrucción de vidas e ingresos provocada por la pandemia. Los cinco años de crecimiento económico entre 2014 y 2019 no han logrado restaurar la confianza de los españoles en sus políticos e instituciones, una confianza que se encuentra entre las más bajas de toda la Unión Europea. EL indignado demolieron más de lo que lograron construir.
(Traducción de Davide Musso)
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