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En España se está viviendo una crisis política muy grave entre la mayoría y la oposición en torno al nombramiento de los principales cargos del sistema judicial. Este choque podría convertirse en uno de los peores de los próximos días. crisis constitucionales en los últimos años en España, hasta el punto de que ambos bandos se han acusado mutuamente de querer fomentar un golpe de Estado en el país y de querer poner en peligro la democracia.
La crisis comenzó con el intento de la mayoría, encabezada por el Partido Socialista (PSOE), de desbloquear el obstruccionismo de la oposición a la renovación de decenas de puestos importantes en el sistema judicial. En el centro de las discusiones está, en particular, la renovación de cuatro jueces del Tribunal Constitucional (el equivalente de nuestro Tribunal Constitucional, con algunas diferencias), que habían sido nombrados por el anterior gobierno conservador y cuyo mandato expiró en junio.
Normalmente, la práctica política española establece que se concede al gobierno en el poder el derecho de nombrar a los presidentes del poder judicial cuando expira el mandato de los jueces, con la aprobación de la oposición. Actualmente, de los 12 jueces del Tribunal Constitucional, siete son designados por conservadores y cinco por progresistas. Los cuatro jueces cuyos mandatos han expirado son todos conservadores, lo que permitiría al gobierno cambiar la mayoría del tribunal hacia posiciones más progresistas.
Pero en los últimos años, el clima político español se ha vuelto particularmente polarizado. La mayoría y la oposición chocan cada vez con más frecuencia, y el Partido Popular (PP, el principal partido de centroderecha), en particular, está bajo una enorme presión por parte de Vox, un partido de extrema derecha, que tiene la ventaja política de mantener La tensión política es alta. en el pais . Es por ello que, contrariamente a la práctica establecida, el PP y los jueces conservadores del Tribunal Constitucional llevan meses bloqueando la renovación de nombramientos, impidiendo así al Gobierno renovar el Tribunal Constitucional y otros órganos judiciales.
De los cuatro jueces constitucionales cuyo mandato ha expirado, dos deberían ser nombrados por el Gobierno y dos deberían ser nombrados por el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), que es el órgano de garantía del poder judicial (similar a nuestro Consejo Superior del Poder Judicial, con las diferencias necesarias). Pero incluso dentro del CGPJ, la mayoría es leal a los conservadores, que han bloqueado cualquier intento de renovar sus miembros. De los 20 miembros del CGPJ, ocho son parlamentarios designados, pero tres quintas partes del Parlamento deben aprobar a los nuevos candidatos para renovarlos: por tanto, también sería necesario el voto del PP.
La oposición conservadora tiene, por tanto, mayoría en el CGPJ, órgano responsable del sistema judicial, mayoría en el Tribunal Constitucional y derecho de veto para bloquear nuevos nombramientos al Parlamento. Consiguió así congelar por completo la renovación de cargos judiciales.
Tras meses de negociaciones y enfrentamientos infructuosos, el Gobierno del presidente socialista Pedro Sánchez decidió en las últimas semanas forzar la situación y presentó un proyecto de ley que renueva el sistema de nombramientos y permite desbloquearlo.
La propuesta establece que ya no son necesarias las tres quintas partes del Parlamento para nombrar nuevos miembros del CGPJ, sino que basta con una mayoría simple. Además, elimina la necesidad de que los miembros salientes del Tribunal Constitucional aprueben a nuevos miembros como condición para su ingreso (lo que bloqueó aún más los nombramientos gubernamentales). De este modo, el Gobierno podría renovar a los miembros del CGPJ, quienes a su vez contribuirían a la renovación del Tribunal Constitucional.
Sin embargo, para resolver la situación lo antes posible y también para garantizar el apoyo de los partidos autonomistas catalanes presentes en el Parlamento, el Gobierno ha fusionado el proyecto de ley de renovación del sistema judicial con otras propuestas no relacionadas, como una reforma que facilita enormemente la sanciones y consecuencias de los delitos de sedición y malversación de fondos, aquellos por los que habían sido condenados los separatistas catalanes. Esto ha provocado nuevas crisis con la oposición, que en principio se opone a cualquier forma de clemencia y pacificación a favor de la independencia catalana (mientras que los gobiernos de centroizquierda a menudo han confiado en los activistas independentistas catalanes para asegurarse mayorías en el Parlamento).
La Cámara española debía votar todas estas diferentes reformas el jueves, pero fue entonces cuando comenzó la crisis constitucional.
Antes de comenzar la votación, el PP interpuso un recurso de apelación ante el Tribunal Constitucional, donde la mayoría sigue siendo conservadora porque los jueces cuyo mandato había caducado permanecían en sus cargos. El recurso argumentaba que la medida en discusión en la Cámara debería bloquearse porque combinaba la reforma del sistema de justicia con otras reformas (como los delitos de sedición y malversación de fondos) que no están relacionadas.
El presidente conservador del Tribunal Constitucional (que es además uno de los cuatro cuyo mandato ha expirado) convocó entonces urgentemente una sesión de urgencia, y el jueves por la mañana la democracia española se encontró en esta situación paradójica: mientras la Sala discutía la modificación de la composición del El Tribunal Constitucional, el Tribunal Constitucional discutió el bloqueo de la ley que le concernía.
Finalmente, ante la oposición de los progresistas, el Tribunal Constitucional decidió aplazar hasta el lunes la discusión del recurso del PP (también porque mientras tanto habían llegado otros recursos de oposición de la mayoría). De esta manera, la Cámara pudo aprobar la reforma sin ser molestada, incluso si encontró desacuerdos y debates excepcionales dentro de la Cámara. Ambos bandos se presentan como golpistas y el presidente Sánchez dijo publicamente que “nos enfrentamos a un intento de la derecha de pisotear nuestra democracia”.
Pero la crisis es solo pospuesto. El Tribunal Constitucional deberá decidir el lunes si bloquea o no la ley, que mientras tanto debe ser discutida en el Senado: la votación está prevista para el jueves 22 de diciembre.
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