la ciudad en su conjunto

Sábado 18 de junio a las 18.30 h, en piazza le Laudi de Pescara, importante encuentro con Salvator Rueda, arquitecto urbanista, fundador de la Agencia de Ecología Urbana de Barcelona, ​​director del departamento de urbanismo de la Generalitat de Catalunya de los municipios de Barcelona y Sant Adrià de Besòs.

Para organizar este importante evento, la asociación WOO y el comité Salviamo Viale Marconi cuentan con el apoyo y el patrocinio de la sección Italia Nostra de Pescara Lucia Gorgoni, FIAB Pescarabici y GREEN ABRUZZO.

El tema de la intervención de Rueda fue: La revolución urbana de Barcelona.

Barcelona, ​​conocida por muchos italianos por los agradables días que se pasan en esta ciudad de España, ha sido objeto de una verdadera revolución urbana que comenzó hace unos 35 años cuando la ciudad fue sede de los Juegos Olímpicos de 1992.

El plan revolucionario propuesto por Rueda se basó y se basa en un uso diferente de la ciudad por parte de los principales actores: los ciudadanos.

Las ciudades han conocido, desde la revolución industrial, un crecimiento exponencial que ha conducido no sólo al desarrollo y al progreso, sino demasiado a menudo al desorden y al caos con la consecuencia de dificultades de habitabilidad y fragmentación de las zonas urbanas divididas en zonas ricas y pobres. Rica por los muchos servicios que ofrece y por una valoración económica de viviendas altas y malas donde los servicios y los valores inmobiliarios son pobres. Todo ello fue consecuencia de un desarrollo en ocasiones excesivo con una urbanización desordenada que de hecho trastornó la habitabilidad de la ciudad.

Y es precisamente la habitabilidad lo que empujó a Rueda a plantear una revolución de la ciudad teniendo siempre como tema principal a las personas que deben vivirla y sobre todo disfrutarla.

Proyectar la habitabilidad de una ciudad ya establecida, controlada por reglas no escritas que llevaron al aumento del tráfico, la ausencia de servicios públicos y la idea de que todos estaban solos y no eran parte importante de la sociedad, no fue fácil sobre todo porque la gente vio el proyecto como una renuncia a situaciones que ahora estaban adquiridas y que creían esenciales.

Rueda reorganizó la ciudad diseñando las superillas, es decir, las supermanzanas, los solati, donde se gestionaba racionalmente la circulación de coches no quitando sino dotando de servicios y habitabilidad a las personas.

Renunciar al coche es difícil porque a lo largo del tiempo es este medio el que ha permitido a la gente utilizar la ciudad de mala calidad ofreciendo servicios públicos alternativos. Si no hay transporte público, vías seguras y transitables para todos, como niños y discapacitados, si no hay recepción, ¿cómo vas a renunciar a tu coche, que se convierte en un remanso de paz para llegar a los lugares deseados?

El plan de Barcelona puede parecer visionario, pero la creación de las superillas no fue solo una prohibición a la circulación de coches, incluyó programas especiales de espacios verdes, carriles bici y una verdadera red de transporte público.

La idea de las superillas era una organización lógica del tráfico donde los coches se permitían casi exclusivamente en el perímetro exterior, mientras que la movilidad en las vías interiores estaba garantizada por el servicio público y las ciclovías.

Este nuevo uso de las carreteras ha dado como resultado un aumento de los peatones y ciclistas y una disminución significativa del tráfico en las áreas interiores a medida que los espacios verdes regresan a los residentes.

En 2015, apoyado por una nueva administración política que tenía una visión más amplia y concreta del bien común, Rueda logró acelerar el proyecto con el establecimiento de nuevas superillas.

Naturalmente, las objeciones de los ciudadanos son numerosas y ven desaparecer de la noche a la mañana el tráfico interior desviado en todo el perímetro exterior. Los ciudadanos tuvieron que aprender a utilizar el espacio urbano de una manera diferente a la que no estaban acostumbrados.

Fue solo cuando el proyecto, después de unos meses, se volvió sistémico que los ciudadanos se acostumbraron a la nueva gestión de los espacios y nunca más quisieron volver al tráfico y sobre todo al aire insalubre que habían estado respirando sin dándose cuenta durante muchos años.

Un proyecto urbano, tan revolucionario para ser aceptado, no puede basarse únicamente en intervenciones tácticas, como cambiar el sentido del tráfico o hacer peatonal la calle, sino que debe basarse en intervenciones estructurales que vean la ciudad como un todo. Intervenciones estructurales claras y decisivas que no pongan a los ciudadanos en una situación de trabajo continuo con poca claridad y sin objetivos definidos.

La recuperación de espacios en beneficio de los ciudadanos y sobre todo de habitabilidad con seguridad y aire más limpio ha supuesto una importante disminución de enfermedades que son el objetivo real de un proyecto que tiene en cuenta todo el ecosistema de la localidad.

Después de hablar largo y tendido sobre el proyecto urbanístico de Barcelona, ​​Salvador Rueda habló de Pescara y en concreto del proyecto Viale Marconi.

Viale Marconi representa todas las negatividades que se han evitado para la remodelación de Barcelona. No es un proyecto estructural, sino que se basa en intervenciones tácticas difíciles de entender que han visto cómo se hacía y deshacía un trabajo sin lógica y sin propósito real. Reducir una importante vía de conexión, donde la residencia y la economía han sido siempre la base de la vida de los habitantes, en un cruce de autopista no ha dejado un poco molesto y asombrado a todos los ciudadanos de Pescara.

La nueva distribución de la vía, la falta de estacionamientos y puntos de parada hace que la vía sea peligrosa y destruye actividades económicas que no solo benefician a los comerciantes, sino que afectan a toda la economía de la ciudad.

Como ya se mencionó, la ciudad no puede ser considerada como una serie de espacios para ser utilizados y definidos de manera autónoma, sino como un sistema único que, como tal, debe ser objeto de una planificación urbana global seria y común.

Rueda ha previsto carriles para coches y transporte público, ciclovías y mucha vegetación para conectar también con los principales polos de la ciudad como son la estación y el aire viciado y el centro universitario.

Rueda ha considerado corredores y ciclovías verdes y una gestión más racional del tráfico para Pescara, desconociendo que la actual administración política ha aprobado un nuevo proyecto para el aire resultante, que tiene como principal objetivo la construcción de silos para estacionamiento y un pequeño espacio verde.

Pescara es una ciudad con un gran potencial, pero no se puede «dividir» en proyectos divididos en áreas sin una visión de conjunto.

La carretera del Parco, después de unos treinta años, ha visto una aceleración de las obras que han recaído sobre la cabeza de los vecinos sin posibilidad de intervenir y sin aprobación y en detrimento de los turistas que no pueden cruzar para ir al mar. Viale Marconi que vio una destrucción real de un sistema económico residencial. Pero lo mismo ocurre con otros puntos de la ciudad donde se instaló un detector de velocidad improvisado en la zona montañosa, que luego se eliminó o donde ya no hay aceras ya sea por falta de corte de maleza, ya sea por falta absoluta de mantenimiento o de las aceras alrededor del hospital civil donde se corre el riesgo de quedar discapacitado.

La comunicación del arquitecto Salvador Rueda debe llevar a los administradores locales a comprender que los proyectos de ciudad deben ante todo respetar a quienes viven en la ciudad, aunque eso signifique a veces imponer elecciones justas e irrefutables.

Al final de los discursos, la reunión terminó con la presentación del concurso de ideas del Distrito Marconi en el que muchos competidores presentaron proyectos innovadores para el área en cuestión.

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