Jenni Hermoso sobre cómo está cambiando el fútbol femenino, incluso después del beso no consentido del Mundial

Ha pasado un día desde que Jenni regresó a la selección. Anteriormente, había sido excluida por la nueva entrenadora, Montse Tomé, con el pretexto de «protegerla», para los dos primeros partidos de la Nations League. En la concentración de Oliva (Valencia) las selecciones no durmieron. Pasaron la noche reuniéndose con la Federación. El lunes 23 de octubre, en la Ciudad del Fútbol de Las Rozas, antes del entrenamiento, y esta vez con la citación de Jenni, se hicieron oficiales los acuerdos alcanzados con el Consejo Superior de Deportes y la RFEF. “Ayer tuve un día bastante duro, fue mi remontada después de todo lo que pasó. Hacía tiempo que no veía a mis compañeros ni vestía el uniforme de la selección. Ni siquiera me he probado todavía el nuevo uniforme con la estrella. Salí de casa tranquila, a veces estoy un poco pensativa, pero en general trato de ser feliz. Al fin y al cabo, para un futbolista no hay nada mejor que poder jugar con su país». Pese a la mezcla de emociones, a lo largo de la semana la futbolista fue recibida por grupos de aficionados con pancartas de apoyo y mensajes de cariño, que la mimaron incluso más después de un fin de semana con sus seres queridos: “Cada vez que llego a España, lo primero que hago es ir con mis padres… vienen mis tíos y mis primos, veo a mi sobrina, comemos cocido…. Estoy muy unido a la familia.»

Foto: Viridiana. Estilo: algo maravilloso

Foto: Viridiana. Estilo: algo maravilloso

Con tan solo 14 años, Jenni Hermoso debutó con el Atlético de Madrid. Debutó con un gol. Ese día se cerró el círculo: su abuelo había jugado como portero en el mismo club. Él fue quien se encargó de viajar por la región buscando un equipo que estuviera dispuesto a dejar jugar a una niña. “Era el único futbolista de mi familia. Mi padre ve mucho fútbol, ​​pero nunca fue profesional. A mi hermano no le gusta nada, es más un chico de gimnasio; A mi hermana tampoco le gusta. El gen viene de mi abuelo. Fue mi referente en el deporte, pero también en la vida. En general, los hombres de mi familia son muy importantes para mí. Siempre me apoyaron para que pudiera ser futbolista».

Nacida en Carabanchel, un barrio obrero del sur de Madrid, es hija de un funcionario jubilado y de una ama de casa “que a veces hacía tareas domésticas por cuenta ajena”. Dice que su escuela de fútbol era el camino a seguir. Jugaba en el parque cercano a la casa de sus abuelos o en el colegio, siempre con los niños. “Muchos me han escrito mensajes a lo largo de los años, especialmente durante el Mundial, recordándome aquella vez que no querían jugar conmigo por ser niña. Cuando me dejaron jugar, los mismos que no me querían no marcaron [gol] como de costumbre. Ahora sé que están muy orgullosos del futbolista en el que me he convertido”, afirma, y ​​añade que ninguno de estos niños ha llegado a practicar este deporte a nivel profesional. Su historia es similar a la de sus compañeros de profesión que no tuvieron una vida fácil cuando eran niños. De alguna manera terminaron sin conocerse.

Durante su carrera, jugó en el Atlético de Madrid, el Rayo Vallecano, el Tyresö FF sueco, el FC Barcelona y el Paris Saint-Germain, antes de fichar por el Pachuca mexicano. Reunir estos puntos pone de relieve la evolución del fútbol femenino durante la última década. “Cuando fui a Suecia (2013), encontré algo completamente diferente a lo que había vivido en España. Los jugadores fueron tratados como profesionales y el nivel de entrenamiento fue más exigente. Allí entendí que el fútbol también es un estilo de vida. En Francia (2017), el contraste fue sobre todo económico. En los últimos años en el Barça las cosas habían cambiado. Sentí que podía tener un futuro como profesional.

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