Vox perdió, pero persiste el riesgo de un peligroso giro hacia la derecha en Europa

Dramáticas catástrofes e incendios asolan Italia, de norte a sur, y otros países, como Grecia, también arrasados ​​(con el agravante, para nosotros, de un gran número de turistas italianos que no encuentran vuelos para volver a casa). Tampoco puede consolar la noticia de que mañana el ministro Salvini viajará a Catania, cuyo aeropuerto ha sido invadido por viajeros abandonados como en un hospital y con desencuentros mutuos entre aerolíneas, autoridades aeroportuarias y bomberos. Realmente un gran alboroto difícil de manejar, que requeriría una iniciativa de aclaración por respeto al menos a los muchos viajeros extranjeros que eligen Sicilia y sus islas para unas vacaciones inolvidables.

Incluso el comandante Salvini, que podría haberlo pensado durante al menos unas horas antes de anunciar su visita salvadora a Catania, no tiene la varita mágica: debería haber hecho algunas declaraciones menos y estar a favor de una solución practicable. No basta con entusiasmarse con el viejo puente sobre el Estrecho de Messina que, entre otras cosas, difícilmente traería resultados concretos a las economías y sociedades calabresas y sicilianas que, en todo caso, necesitan, desde la falta la unificación de Italia, muchas intervenciones, empezando por el estado de salud pública y los problemas de la escuela y la universidad.

Por no hablar de la inmensa y dramática cuestión de la fuga sistemática, especialmente desde el Sur, de jóvenes licenciados que inexorablemente parten a buscar trabajo en el extranjero también porque no lo encontrarían en Italia y, aspecto no menos grave, estarían mal pagados. Pero obviamente no compartimos la política de la Lega, ni la tenemos personalmente con el ministro Salvini. Sólo que, nos parece extraño que brillante y locuaz en el pasado, redujera fuertemente su vida polémica y dialéctica bajo la bandera de todo bien y unido bajo el liderazgo de la primera mujer Primera Ministra.

Al fin y al cabo, esta forma de diluir, mitigar, posponer y discutir lo menos posible con los aliados del gobierno es un aspecto completamente nuevo de su personalidad humana y política. En el fondo, sin embargo, nada se compara con las actitudes de la presidenta Meloni completamente absorta en sus proyectos visionarios y poco realistas, especialmente hacia Europa, hasta el punto de que consiguió -única en el mundo- agradecer, con una llamada telefónica, al líder de Vox, un partido neofranquista en España, el único que ha perdido en las elecciones anticipadas. Desde este punto de vista, a pesar de los problemas y dificultades que debe afrontar Europa en su conjunto, un giro a la derecha tan peligroso supondría un revés global para todos los países y ciudadanos europeos.


Rogelio Canizales

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